“No tengo derecho a permanecer callado” – El legado de derechos humanos del rabino Marshall T. Meyer

Se establecen en la Argentina

Meyer Panel 3 - SP

Naomi y Marshall fueron recibidos afectuosamente por la Congregación Israelita. Se les proporcionó un lindo departamento en la Plaza Libertad, en la misma cuadra que su nueva sinagoga.

La pareja se maravillaba de las diferencias entre los Estados Unidos y la Argentina. Naomi se preguntaba cómo una ciudad tan grande podía carecer de señales de alto y tener tan pocos semáforos que funcionaran. La joven pareja también se molestó porque el refrigerador “Frigidaire” prometido tardaba en llegar, y pronto se dieron cuenta de que el solo hecho de tener un teléfono era algo especial, aunque sólo funcionara esporádicamente. A la vez, Marshall y Naomi aprendieron a lidiar con los caprichos de la vida cotidiana de los años sesenta en Buenos Aires: colas interminables, huelgas, alta inflación, la política judía local y el bajo sueldo de un rabino.

En vez de irse después de dos años como habían planeado, la familia Meyer se quedó en forma indefinida y tuvieron tres hijos durante los años sesenta: Anita, Dodi, y Gabriel.

En 1969 la familia se estableció aun más, dado que Naomi abrió su propio negocio haciendo artículos de regalo. De vez en cuando buscaban oportunidades para mudarse a Israel o a los Estados Unidos, especialmente cuando las cosas en la sinagoga estaban difíciles o cuando la situación económica se volvía inestable. Pero en general la familia Meyer estaba contenta, dedicada a crear una comunidad judía y a criar a su familia en la Argentina.

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