“No tengo derecho a permanecer callado” – El legado de derechos humanos del rabino Marshall T. Meyer

“Mi situación no es nada fácil”

Meyer Panel 9 - SP

En 1974 Eduardo Grutzky fue condenado, sin derecho a un abogado defensor, a tres años de cárcel por violar la ley de seguridad nacional. Cinco años después aún no había sido liberado.

La madre de Eduardo se comunicó con el rabino Meyer en octubre de 1979, cuando la salud de su hijo se empezó a deteriorar. Le negaron acceso a libros y a una alimentación adecuada y no le permitían hacer ejercicio. La Señora Grutzky le escribía frecuentemente al rabino, y en cartas angustiadas pedía que abogara por su hijo y enfatizaba que las cartas del rabino lo ayudaban a sobrevivir su condena interminable.

En agosto de 1980 Eduardo desarrolló una úlcera. A pesar de su débil estado de salud, las autoridades de la cárcel no permitieron que Marshall visitara al joven prisionero, afirmando que Eduardo había dicho que era católico y por lo tanto no tenía necesidad de la visita del rabino Meyer. Esto, por supuesto, era falso. Finalmente Marshall logró la liberación de Eduardo quien emigró a Israel en agosto de 1981. Tenía solamente 25 años.

A finales de los años 70 y al comienzo de los años 80, Marshall ayudó a docenas de presos y sus familias. A veces los aterrorizados parientes enviaban de manera anónima una hojita de papel en un sobre sin estampilla y sin dirección de remitente. Esa hojita sólo tenía escrito el nombre del desaparecido, la fecha de la desaparición y quizás el número de su Documento Nacional de Identidad. Muchas veces los encarcelados querían mantener correspondencia con Marshall, además de cualquier tipo de ayuda que les pudiera proporcionar, porque simplemente necesitaban palabras de apoyo para sobrevivir su terrible situación.

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